En junio de 2016 fallecía Alvin Toffler, escritor estadounidense, doctor en sociología, autor de tres obras señeras: El Shock del Futuro; La Tercera Ola y; El Cambio en el Poder (un estudio sobre las nuevas formas de dominio que controlaban la riqueza). Era un preclaro futurista que fue capaz de predecir muchos de los actuales escenarios.
Es Alvin Toffler el que acuña, en 1980, el concepto de indusrealidad para referirse a los procesos de uniformización, especialización, sincronización, concentración, maximización y centralización que caracterizarían a los sistemas industriales surgidos de la revolución industrial. Vemos la indusrealidad de Toffler con claridad cuando analizamos las plantaciones forestales instaladas en Chile y en otros países del mundo. No es sólo una plantación monotípica, semejante a un cultivo agrícola. Las plantaciones se fueron adueñando del paisaje y se les presentó como un noble cultivo que permitía mitigar los fuertes procesos erosivos que habían desatado los monocultivos de trigo; también se les mostraba como un aporte al desarrollo de los territorios y su gente. Sin embargo ambos monocultivos se concebían bajo el mismo concepto de indusrealidad uniformadora, concentrada, centralizada, sincronizada y que pretendían maximizar la renta del suelo incluso a precio de su degradación. Esta indusrealidad es monótona, repetitiva hasta el cansancio, unidimensional, que sólo busca maximizar las utilidades de sus dueños también concentrados. Sin hacerse cargo de sus múltiples impactos tanto sociales como ambientales y ecológicos. Y aunque Toffler advertía tempranamente los riesgos inherentes a la uniformidad de los procesos y a su concentración, no alcanzó a percibir los megafenómenos que la revolución industrial desataría a cien años de distancia y que hoy los habitantes del siglo XXI percibimos cada vez con mayor fuerza y evidencia: la Desertificación y el Cambio Climático.
Hoy en día cada 21 de Septiembre, junto con conmemorar el Día Internacional de Lucha contra los Monocultivos de Árboles, las organizaciones, redes y movimientos celebran la resistencia y alzan sus voces para exigir que se detenga la expansión de las plantaciones industriales de árboles. Y su rebelión no es un capricho que surge de la ignorancia (como algunos señalan). Dichas plantaciones amenazan la soberanía de comunidades y pueblos. Amenazan su seguridad. Hoy vemos que estos enclaves industriales de los cuales las plantaciones son meros insumos, se transforman paulatinamente en enclaves monopólicos que contribuyen a incrementar la vulnerabilidad de las personas y comunidades. Hay que destacar que esta declaración no es contra especies en particular, sino contra la forma de establecimiento y administración de monocultivos masivos, que por su magnitud y continuidad afectan la biodiversidad, la variedad de paisajes, los balances hídricos y además, por la forma de cosecha (tala rasa), eliminan los escasos atributos positivos que pudieron tener, como la retención de suelos mientras se mantuvo en pie la plantación.
El Día Internacional de Lucha contra los Monocultivos de Árboles fue declarado en 2004, durante un encuentro de una red comunitaria que lucha contra las plantaciones industriales de árboles en Brasil; se eligió el 21 de septiembre porque en esa fecha Brasil celebra el Día del Árbol.