Opinión escrita por el socio Ricardo Rodríguez C. para www.bosquenativo.cl
Publicado el 30 de agosto de 2019
Una nueva mirada se requiere: Desde otra arista ahora, podemos legítimamente preguntarnos ¿tienen sensibilidad social los empresarios y sus directivos, sus ejecutivos y empleados, los dueños de las empresas, los que financian a las empresas, los dueños de bancos y sus directivos, ejecutivos y empleados? ¿Tienen sensibilidad social las autoridades de gobierno y la clase política? Por lo que corrientemente se informa en la prensa respecto a las más variadas situaciones del acontecer nacional, he tenido la tendencia a pensar que no. Pero reflexionando más en profundidad, me he hecho la siguiente pregunta: ¿es que todas estas personas no son tan seres humanos como el resto de los ciudadanos? ¿Y no es condición humana ser conscientes, sentir emociones, tener pensamientos, adquirir sentimientos y ejecutar acciones?
¿Cómo nos conciliamos? ¿Cómo nos ponemos de acuerdo? ¿Qué conductas adoptamos para establecer proyectos comunes? ¿Cómo hacemos para concordar acciones que nos pongan en el camino del restablecimiento del balance en la relación antropósfera/biósfera, con la grata consecuencia que mejoran nuestro relacionarnos en el diario convivir?
Creo que en el cómo somos conscientes, cómo sentimos emociones, tenemos pensamientos, adquirimos sentimientos y ejecutamos nuestras acciones, cómo expresamos esta condición de ser humanos, allí está el elemento que hace –o puede hacer- la diferencia entre conquistadores y conquistados, entre competidores y colaboradores, entre individualismo y solidaridad.
Entonces si un determinado ser humano procede en determinadas circunstancias como insensible social o como un individuo solidario, dependerá de cómo está equipado para hacer frente a la responsabilidad de SER HUMANO y no de su posición social o de su condición económica o inclinación política o religiosa, las cuales sin duda pueden ayudar a fortalecer estas cualidades, pero que no son determinantes sin la propia voluntad de por medio.
El establecimiento de la justicia o el hecho de impartirla es el medio de reconstruir las confianzas entre las partes interesadas, para converger a una buena relación antropósfera/biósfera.
El asumir la responsabilidad de su pasado conquistador y dominador le significa a los gobiernos y a las clases dominantes impartir justicia, una justicia largamente esperada por una parte y ampliamente dilatada por la otra. Será finalmente la justicia la que se establecerá como un medio de reconstrucción de las confianzas entre las partes involucradas y converger al bien común y a una buena relación antropósfera/biósfera.
No es tan difícil concebir un escenario así. Al contrario de lo que comúnmente se cree, existen multitud de evidencias que confirman la naturaleza colaborativa del ser humano. El altruismo, el deseo de cooperar y ayudar al prójimo son la regla, lo que demuestra que desprovisto del barniz cultural, el hombre está intuitivamente dispuesto a colaborar con sus semejantes sin necesidad de que existan gratificaciones o castigos (Martínez, 2013).
Si la colaboración es una actitud inherente a las personas, ¿qué ocurre para que sea tan difícil crear entornos donde colaborar sea la regla y no la excepción? Si colaborar es tan deseable y tan provechoso, ¿por qué las empresas necesitan hacer tanto esfuerzo para que sus integrantes compartan? La explicación no es muy sofisticada. Hay 2 instancias que influyen de forma determinante:
1. El sistema educativo nos individualiza y nos obliga a competir ya que no fomenta el espíritu de colaboración sino que anula los impulsos cooperativos de los niños.
2. El diseño de las empresas, que jamás fueron pensadas para promover la colaboración.
Un mundo crecientemente complejo y en el que nadie cuenta con todo el conocimiento, exige abordar los desafíos desde la colaboración (op cit).
Es necesario insistir nuevamente que un aspecto fundamental a tener en consideración en la armonización antropósfera/biósfera, es que la base del desarrollo de los territorios y las comunidades que en aquellos habitan, es la dotación de recursos naturales presentes y la posibilidad de poder utilizarlos y acrecentarlos para la supervivencia de las actuales y futuras generaciones. Es decir, la propiedad de los recursos naturales sería un aspecto clave a considerar en una eventual futura legislación que sobre ellos se logre materializar.
Por ejemplo, así como aparentemente para la Constitución y las leyes chilenas, el agua y el suelo son bienes comunes, el resto de los recursos naturales también debieran serlo, partiendo por la propiedad local y así yendo en progresión, según el tamaño del proyecto de utilización de recursos naturales, hacia la comuna, la provincia, la región y la nación. Pero por ningún motivo debiera permitirse un día más, la extracción impúdica de nuestros recursos por parte de empresas transnacionales que, paradójicamente, no tienen territorio -solo el capital- donde desarrollar sus proyectos de producción que les permite hacer crecer sus inversiones por medio del imperativo de la rentabilidad y del crecimiento, pero que trae aparejado el empobrecimiento no solo de las comunidades desde donde son extraídos estos recursos naturales, sino que peor, el empobrecimiento de la propia base de recursos y por ende de todo el país.
Conclusión
Hoy, quienes sostenemos que la conservación es para la gente y con la gente, vemos con enorme satisfacción cómo se han ido incorporando a las acciones de conservación y al acervo conservacionista, elementos de planificación y manejo inconcebibles hace cuatro ó cinco décadas: indígenas (sedentarios y nómadas), comunidades locales o rurales, propietarios de tierras privadas, agencias de gobierno no vinculadas directamente con las áreas protegidas, la empresa privada vinculada principalmente con el turismo, participación y colaboración social, elementos de comunicación, universidades, organizaciones no gubernamentales y los ciudadanos comunes y corrientes que deseen aportar con sus iniciativas al desarrollo siempre creciente de la conservación. Y por añadidura, se ha desistido del viejo paradigma del asistencialismo y de la antigua idea -aún anquilosada fuertemente en algunos sectores de nuestras sociedades- de que nosotros, personas civilizadas y urbanizadas, “llevamos el progreso” a las comunidades aisladas. (Rodríguez, 2004).
Sin dudas el establecimiento de la justicia, la conexión y la generación de confianzas entre los distintos actores sociales, públicos y privados, es compleja, pero depende de la propia conciencia de cada uno de los implicados. Se requiere de cada parte hacerse cargo de la responsabilidad que le cabe en los compromisos y acuerdos que se adopten, tener en consideración que el otro es tan legítimo como uno y que lo que asuma cada cual respecto del otro es con la absoluta consideración recíproca, con pleno respeto por la legitimidad de las necesidades, haceres, saberes y decires del otro. Donde comienza el respeto al otro comienza la muerte de las filosofías sociales y políticas que pretenden poder señalar el curso inevitable de la historia o el orden socio-político justo, desde una verdad trascendente que valida el sometimiento de unos seres humanos a otros bajo el argumento de que están equivocados[1]. De cada uno depende… y basta que uno falle (léase cualquier capítulo de la Historia y en cualquier época) para que toda la comunidad resulte afectada.
Se requerirá una convergencia de deseos “nobles”[2] o no nocivos[3] que produzcan el tan anhelado nuevo cambio en la red de conversaciones de la cultura actual, que conduzcan a una mirada conjunta y consciente[4] de los miembros del conglomerado social que vaya en busca de una forma de convivencia basada en elementos sociales, económicos, ecológicos y normativos (si se acepta esta palabra como un elemento que connota seguridad y cohesión en el comportamiento responsable de la comunidad) deseados y consensuados por todos.
Parafraseando a Laurie Bennett (2011), ya no estaremos discutiendo la ciencia de la pérdida de biodiversidad. Tampoco estaremos disputando las consecuencias de largo alcance que ello tendrá. En cambio, nuestro reto se convierte en inculcar la conservación a los millones de personas en todo el mundo que pueden actuar. El mensaje no precisa explicar la ciencia compleja de la biodiversidad ni repetir las muy trilladas advertencias sobre la pérdida de especies y hábitat. En cambio, la biodiversidad debe representar el asombro y admiración que sentimos por el mundo natural. Representa de hecho e inexorablemente nuestro sustrato, nuestra fuente de vida. Junto con el llamamiento a la acción, el amor puede literalmente conquistarlo todo.
Referencias
– Bennett, Laurie. Sentir el amor. En: Conservación Mundial, Vol 41, N° 1, Enero 2011. (www.iucn.org/worldconservation).
– D. Biggs, N. C. Ban and C. M. Hall. Lifestyle values, resilience, and nature-based tourism’s contribution to conservation on Australia’s Great Barrier Reef. In: Environmental Conservation (http://journals.cambridge.org/ENC). August 2012.
– Duan Biggs, Nick Abel, Andrew T. Knight, Anne Leitch, Art Langston and Natalie C. Ban. The implementation crisis in conservation planning: could “mental models” help? In: Conservation Letters 4 (2011) 169-183. February 2011.
– Gallardo Gallardo, Enrique. (Mayo 2013). Manual de Derecho Forestal. CONAF. Santiago de Chile.
– Martínez Aldanondo, Javier. Colaborar o no colaborar (esa es la cuestión). En: Catenaria – Gestión del Conocimiento, Edición Nº 86, Mayo 2013.
– Rodríguez C., Ricardo (Febrero 1998). Inclusión de los Indígenas en la Planificación de Áreas Protegidas. Ponencia presentada en el Seminario-Taller sobre: “Metodologías Participativas para Elaboración e Implementación de Planes de Manejo en Áreas Protegidas”. Deutsche Gesellschaft für Technische Zusammenarbeit (GMBH)_GTZ y Comité Boliviano de la Unión Mundial para la Naturaleza (UICN). Cochabamba, Bolivia.
– Rodríguez C., Ricardo. (Mayo 1999). Conservación en Áreas Silvestres Protegidas – Cambio de Paradigma. En Revista Chile Forestal. Santiago de Chile.
– Rodríguez C., Ricardo (Marzo-Abril 2004). Cultura y Conservación. En Revista Chile Forestal. Santiago de Chile.
– Ximena Dávila, Humberto Maturana, Ignacio Muñoz & Patricio García (2009). ¿Sustentabilidad o armonía biológico-cultural de los procesos? En: “Educar e Innovar na Sustentabilidade”, del Dr. Rodrigo da Rocha Loures. Por FIEP. Curitiba, Brasil.
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[1] Prólogo El Cáliz y la Espada. En: Maturana, H. R. (1992). El sentido de lo Humano. Hachete, Santiago de Chile.
2 Deseos comunes, aspiraciones deseadas o al menos aceptadas por todos los miembros de la comunidad.
3 No nocivos: que sean inocuos a los miembros de la comunidad.
4 Responsable, que se haga cargo del proyecto conjunto.
Artículo publicado el 30 de agosto de 2019