Por Juana Palma y Andrés Meza, Presidenta y Vicepresidente de la Agrupación de Ingenieros Forestales por el Bosque Nativo
Publicado el 06 de febrero de 2023 en CIPER Chile
¿Qué relación existe entre el negocio de la madera, nuestro modelo de desarrollo y los dramáticos incendios en el sur del país? Responden dos ingenieros forestales.
Al momento de escribir esta columna de opinión, miles de hectáreas de plantaciones forestales y bosques nativos se queman una vez más en nuestro país, amenazando ciudades, familias y personas. Muchos brigadistas y combatientes arriesgan su vida —algunos, como Yesenia Muñoz, voluntaria de Bomberos, desgraciadamente la pierden— en incendios forestales que en gran parte podrían evitarse si la planificación y ordenación de nuestro territorio se hiciera considerando la diversidad de ecosistemas, fortaleciendo la regulación de la gestión y utilización de los recursos naturales, y haciendo efectivas las medidas y resguardos preventivos.
En columna para este mismo medio [ver «Monocultivos forestales y metas medioambientales», en CIPER-Opinión 19.01.2023], el académico de la Universidad Austral de Chile, Antonio Lara, se refiere a que la recientemente promulgada Ley Marco de Cambio Climático señala que sus «lineamientos no incentivarán la plantación de monocultivos forestales». Según Lara, se trata de una «medida de resguardo» y una «decisión estratégica que se justifica plenamente en la evidencia científica», debido a que «las plantaciones forestales serían emisoras netas de CO2 y altamente inflamables».
La columna del profesor Lara tuvo una respuesta de parte de un académico de la Universidad de Chile y Director Ejecutivo del Colegio de Ingenieros Forestales [ver CIPER-Opinión 31.01.2023]. Julio Torres Cuadros considera que los monocultivos forestales son un «elemento fundamental para transitar hacia una economía verde, por su capacidad de captura de carbono», y necesarios para «abastecer las necesidades de consumo de madera [y] cumplir con las metas de plantaciones» comprometidas. Su columna considera que «los incendios forestales son provocados en su gran mayoría por la actividad humana».
En opinión de la Agrupación de Ingenieros Forestales por el Bosque Nativo (AIFBN), esta interesante contraposición de ideas entre ambos académicos, ambos ingenieros forestales, resulta incompleta, pues no aborda el fondo del problema y por tanto no aporta todos los elementos para aclarar la opinión pública. En la siguiente columna exponemos aquellos antecedentes faltantes que, estimamos, permiten hacerse una opinión más fundamentada sobre la tragedia forestal y humana que vivimos estos días en el sur del país. Nuestra postura se encuentra también en un documento más amplio de referencia sobre nuevo modelo forestal para Chile que puede revisarse en línea.
El análisis de Antonio Lara no se refiere a la diversidad de monocultivos forestales que es posible; como, por ejemplo, aquellos que pudieran utilizar especies nativas y que son necesarios para la producción de bienes madereros para el consumo humano actual y futuro. Tampoco aborda, ni de lejos, la responsabilidad pública y privada en la gestión de los monocultivos ni de los territorios donde se emplazan. Las conclusiones sobre el impacto de los monocultivos forestales podría ser totalmente distinta si existiera la capacidad de fomentar y regular la gestión integral de territorios y sus recursos bajo un prisma de manejo sustentable de los recursos madereros o no madereros, respetando al mismo tiempo las necesidades básicas de la población local, conservando la diversidad biológica, los bosques nativos, los suelos, las aguas, y recuperando aquellos sitios o ecosistemas afectados por la degradación, en escalas espaciales y temporales adaptadas a las características de cada territorio.
La columna de Julio Torres, por su parte, omite referirse a los impactos de la industria forestal, y en especial al uso de la tala rasa como método de cosecha de las plantaciones forestales, en grandes extensiones con muy poca o nula regulación en varias regiones del país. El análisis pudo haber considerado además que con nuevos enfoques de fomento productivo e innovación, la madera obtenida como materia prima de las plantaciones forestales podría destinarse a un uso más duradero que permita garantizar el almacenamiento de carbono en el tiempo. Asimismo, no se cuestiona el excesivo criterio de rentabilidad que predomina en el manejo de las plantaciones, que genera como consecuencia las externalidades negativas sobre la población aledaña, y la contaminación de los suelos y aguas por el uso de agrotóxicos. Otro elemento que es necesario incorporar con urgencia en estos análisis y que adquiere especial relevancia por estos días es cómo se gestiona por parte de la industria forestal el riesgo de los incendios forestales, dado que, si bien es efectivo que los incendios forestales son en su mayoría provocados por las personas, también es cierto que existe una escasa o nula implementación de medidas efectivas y generación de capacidades para prevenir, enfrentar y gestionar tal amenaza en los territorios mismos.
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Aunque como agrupación compartimos algunos de los argumentos expresados por ambos académicos en las columnas para CIPER ya citadas, creemos que no solo es necesario si no que es urgente replantear esta discusión en un contexto más amplio, y más realista tal vez, haciéndonos cargo de las enormes deficiencias del modelo de desarrollo que hemos seguido hasta la actualidad. No se trata de enfrentarnos en una posición binaria que nos ponga de manera absurda a favor o en contra de los monocultivos, de los eucaliptos o de los pinos, y ocultando el verdadero rol de «el factor humano» en las decisiones de lo que hacemos con ellos.
En definitiva, los monocultivos forestales son, en términos simples, plantaciones (hechas por el ser humano) de árboles de una misma especie. Así, puede haber plantaciones de especies introducidas al país, como los pinos o los eucaliptos o de especies propias o nativas (incluso endémicas) como los coihues, robles, alerces, cipreses, araucarias, tamarugos etc. En general, tienen un objetivo bien definido, asociado principalmente a razones económicas —como por ejemplo la producción de un bien de consumo humano como la madera— o ambientales (como la restauración o la captura de carbono).
Otra cosa fundamental es cómo concebimos la gestión de esta actividad humana y abordamos sus impactos según la magnitud de las plantaciones en el tiempo, el espacio y las características de cada territorio. Particularmente, las actividades para utilizar el recurso asociado a la plantación o monocultivo (cosecha) también pueden tener impactos negativos significativos y adicionales a su establecimiento (la plantación misma).
Por lo general, las grandes extensiones de plantaciones homogéneas están asociadas a mayores riesgos e impactos ambientales y sociales (por ejemplo, por el volumen de «material combustible» expuesto a los incendios forestales, pero también por su extensión, que las hace más susceptibles al daño de las plagas y enfermedades). También se asocian a la pérdida de la diversidad biológica, ecosistemas y bosques nativos, daños en los suelos y efectos negativos en la disponibilidad de agua, cuya principal secuela impacta directamente a las comunidades locales que habitan esos territorios.
El consumo de bienes producidos por plantaciones como las de la madera, papel y leña son y seguirán siendo una necesidad para las comunidades humanas. En esto, las plantaciones forestales tienen un rol insustituible y, por tanto, como sociedad tenemos que ser capaces de avanzar hacia un nuevo modelo de desarrollo forestal que impulse y regule el manejo sustentable de bosques, plantaciones y otras actividades productivas (agroindustria, minería, proyectos inmobiliarios, etc.) en una matriz territorial que dé cabida y protección a todos los componentes ecológicos, sociales y culturales que les son propios.
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Quienes desde el mundo público y privado toman decisiones sobre «el sector forestal» chileno han ignorado hasta la actualidad las orientaciones y recomendaciones técnicas y científicas para avanzar hacia un manejo sustentable de las plantaciones y los territorios donde éstas se emplazan. Las consecuencias están una vez más a la vista en estos días, cuando miles de hectáreas se están quemando y afectando a un importante número de personas, familias y comunidades que se ven confrontadas y amenazadas por los incendios forestales.
En este contexto, hacemos un llamado a las y los colegas forestales a informar sin sesgos, a salir de la burbuja binaria para hacernos cargo de las deficiencias pasadas y promover un nuevo paradigma para un desarrollo forestal sustentable que privilegie el cuidado de nuestro planeta y la salud de la Naturaleza. Los bosques nativos, la diversidad biológica, las personas y sus comunidades son componentes fundamentales en la planificación y gestión de los territorios. Nuestra invitación a la sociedad es también a informarse con disposición abierta, a buscar diversas fuentes de información para entender la complejidad de la Naturaleza, sus ecosistemas y sobre todo a asumir responsablemente, en el ámbito que a cada uno corresponda, un rol activo en las decisiones que encaminan el desarrollo forestal en nuestro país.
Por Juana Palma y Andrés Meza, Presidenta y Vicepresidente de la Agrupación de Ingenieros Forestales por el Bosque Nativo