Escrito por Jennifer Romero, Directora Ejecutiva de AIFBN y editora Revista Bosque Nativo
Recientemente se lanzó el Protocolo de Plantaciones Forestales, que corresponde a un documento consensuado por el Consejo de Política Forestal. Este protocolo contó con la opinión de expertos, y contiene procedimientos para suelos y aguas, incendios, funcionalidad ecológica y asociatividad. El contar con una pauta para un mejor manejo de las plantaciones es muy relevante dado que existen en Chile alrededor de 2,5 millones de hectáreas, que generan 420.000 empleos directos e indirectos y proveen el 99% de la madera que se procesa en la industria nacional. Este Protocolo constituye un avance, aunque su puesta en práctica es voluntaria, por lo que deja muchas dudas sobre su real aplicación.
No nos olvidemos de los bosques nativos. Muchos de ellos, en particular los que no están en áreas protegidas, se encuentran en distintos estados de degradación. Una importante cantidad de hectáreas fueron afectadas el verano pasado por la acción del fuego y, lo que es más importante, es que muchos bosques muy frágiles y cruciales para la vida en condiciones de relativa aridez fueron afectados. Especies como el ruil se vieron fuertemente dañadas. El ruil es una especie endémica de Chile, que se encuentra en sólo 3 comunas del país (cerca del poblado de Santa Olga, que, como sabemos, desapareció casi completamente devastado por el fuego), y que se encuentra en serio peligro de extinción. Esta especie, y otras de los bosques nativos sustentan una gran variedad de flora y fauna, y representan un factor clave para asegurar la provisión de agua por su capacidad de percolar lentamente la lluvia y actuar como un filtro para que el agua llegue limpia y en forma “dosificada” a los ríos y otros caudales superficiales, y se acumule también como agua subterránea. La herramienta que regula y fomenta la forestación y buen manejo de los bosques nativos es la Ley homónima (Ley 20.283 o “Ley de Bosque Nativo”), que hasta ahora ha mostrado muy poca efectividad y presenta importantes restricciones para su implementación.
Ya comienza la época de calor, y este año parece haber mayor preocupación por el fuego. Entre otros, el gobierno ha presentado recientemente una estrategia contra los incendios forestales, que pone énfasis en la cooperación público-privada. Se estructura en tres ejes: estrategia de combate contra el fuego, cooperación público-privada para enfrentar los siniestros, y persecución penal a través de la coordinación interinstitucional. Dicha estrategia incorpora medidas como brigadas que combatirán el fuego de noche, aumento del número de brigadistas y aumento del número de horas de operación de las aeronaves hídricas. En los noticiarios ya vemos el mapa de probabilidad de ignición, que marca zonas del país con colores más cercanos a rojo para aquellas de mayor probabilidad de ocurrencia de incendios. Todo esto es bienvenido, pero lo fundamental es evitar que los incendios ocurran. Lo primero sería una mejor planificación del territorio, evitando extensas superficies de combustible homogéneo (como las plantaciones forestales tal como hoy están establecidas), y resguardando a los poblados que se ubican cerca de las áreas de plantaciones. Según la propia Corporación Chilena de la Madera, el 95% de los incendios ocurre a menos de 5 kilómetros de un centro poblado, lo que da cuenta de la intencionalidad y del riesgo a que se ve expuesta la población. Luego vienen medidas como educación para que las personas no realicen acciones negligentes o intencionales que provocan incendios, y la aplicación de silvicultura preventiva, que trata del manejo de la vegetación, de modo de también disminuir la voracidad del fuego una vez que se ha iniciado. Ante la baja o deficiente planificación del territorio, esta silvicultura preventiva se presenta como una importante medida a considerar, donde las ciencias forestales tienen todo que decir.
Grandes cambios son necesarios, como una mejor planificación del territorio y el desarrollo de una industria forestal diversa, que incluya bosques nativos, participación equitativa en el mercado y una relación amigable con el medio ambiente. Todos estos elementos son parte de un cambio profundo, que hemos llamado “Nuevo Modelo Forestal”. Llamamos a la comunidad a hacer un análisis amplio de la situación, a considerar por qué es que se producen estos incendios y pueden llegar a expandirse tan rápida y descontroladamente. No se trata sólo de contar con mejores profesionales y equipos para el control de incendios, o servicios de emergencia con más recursos. Se trata muy fundamentalmente de analizar cómo se distribuyen los bosques y las plantaciones; por qué los incendios se propagan desenfrenadamente (más allá de las condiciones geográficas y cimáticas), quiénes son los más afectados, y qué medidas de fondo son las que debemos adoptar. Que la discusión no se centre, por favor, en si es adecuado o no contratar nuevamente al “Supertanker”.