Por Carlos Zamorano Elgueta, Ingeniero Forestal. Socio Agrupación de Ingenieros Forestales por el Bosque Nativo y Javier Sanzana Chaura, Ingeniero Forestal, Secretario Agrupación de Ingenieros Forestales por el Bosque Nativo.
En el marco de la celebración del Día Internacional de los Bosques, autoridades del Estado encargadas de velar por la conservación y manejo adecuado de los ecosistemas forestales del país anunciaron el uso de una nueva metodología para actualizar el catastro de bosques y vegetación, lo que permitiría detectar “bosques que siempre estuvieron, sólo que ahora los vemos”. A partir de estos nuevos métodos, que permiten identificar bosques de hasta 0.5 hectáreas (el primer Catastro realizado entre 1993 y 1997 identificó bosques de hasta 6.25 hectáreas de superficie), en diversos medios de comunicación se publicó que Chile presentaría “una nula tasa de deforestación”. Se aseguró, además, que nuestro país posee 17,5 millones de hectáreas de bosques, del cual 82% corresponde a bosque nativo, 17% a “bosque plantado” y 11% a bosque mixto. En estos planteamientos consideramos, al menos, dos elementos que confunden y desinforman a la ciudadanía respecto a la actual situación de nuestros bosques nativos.
Primero. Los bosques nativos y las plantaciones forestales industriales son ecosistemas que, al presentar diferentes características y objetivos, no pueden ser comparables. Más aún, las plantaciones no pueden ser incluidas en las estadísticas nacionales bajo el concepto de “bosques”, independiente de que organismos internacionales como la FAO los consideren iguales o equivalentes, lo que está sujeto a un intenso debate a nivel global. Las heterogéneas características climáticas, de suelo y topográficas del país han influido en diversas formaciones forestales naturales, adaptadas a las particulares condiciones de la Cordillera de la Costa, del Valle Central y de la Cordillera de los Andes, tanto en el árido norte del país, en el clima mediterráneo y semiárido de la zona central, y el templado y lluvioso centro-sur y sur de Chile. Esta heterogeneidad y la mayor estabilidad biogeográfica de la Cordillera de la Costa respecto a los Andes, en especial durante el último período glacial del Quaternario, derivó en una mayor frecuencia de especies e incluso géneros endémicos, es decir, de especies que sólo se encuentran en esta zona. Debido a esta diversidad y alto endemismo, estos bosques han sido reconocidos globalmente como prioritarios para la conservación de la biodiversidad. Sin embargo, es esta área la que presenta, coincidentemente, la mayor tasa de pérdida de bosques nativos y, a su vez, un notable aumento de plantaciones forestales industriales en las últimas décadas, principalmente de Pinus radiata y Eucalyptus sp, como lo han demostrado diferentes estudios científicos. Es así como estos complejos sistemas ecológicos, adaptados durante miles de años a un particular medioambiente, han dado paso a extensas plantaciones de una sola especie, en general de la misma edad. Una absoluta homogeneidad en las características de copa, fuste y sistema radicular, a una uniforme tasa de demanda de agua y nutrientes y que, al alcanzar una determinada y corta edad, son cosechadas a tala rasa exponiendo el suelo a altas tasas de erosión, extrayendo la mayor parte de la biomasa, y generando muchos otros impactos socioeconómicos en los territorios.
¿Estas plantaciones podrían ser consideradas bosques? Bajo el actual esquema y objetivos en que son establecidas y cosechadas, es imposible que puedan cumplir funciones ecológicas más allá del mero objetivo maderero que motiva su masivo establecimiento. El cambio climático, la mayor incidencia de incendios, plagas y enfermedades, exigen también un cambio de paradigma en el modelo forestal industrial. Es indispensable la integración y evaluación de las características ecológicas y socioeconómicas de un territorio para definir áreas potenciales para el establecimiento de plantaciones, con un diseño más diverso y complejo, establecidas en un mosaico de diversas clases de uso del suelo que consideren la conectividad de los remanentes de bosques nativos, con técnicas de cosecha de menor impacto en suelos y paisaje. Estas recomendaciones podrían representar las bases para el manejo de nuevas plantaciones que permitan mantener su productividad y rentabilidad en el mediano y largo plazo.
Segundo. Como lo plantea el propio director de la CONAF, Aarón Cavieres, antes que todo es necesario definir criterios adecuados que permitan determinar el aumento o pérdida de bosques nativos, ya que el resultado con esta nueva metodología no sería comparable con el primer catastro. En palabras de la autoridad de CONAF, habrá que decir si creció la superficie porque aumentó el bosque o si creció por el cambio en la escala de análisis. Más aún, sería necesario evaluar cuántos de estos “nuevos bosques” se han perdido en las últimas décadas. Sólo de ese modo se podría contar con una evaluación de deforestación más adecuada. De otra manera, no se puede afirmar que en Chile la tasa de deforestación “es nula”, como apareció en los titulares de algunos medios de comunicación.
Por otro lado, no es adecuado entregar cifras de balance de la cobertura de los bosques a nivel nacional sin entregar un balance a nivel regional. Existen regiones con notables pérdidas de superficie de bosques nativos, mientras que en otras hay “ganancia” de cobertura forestal gracias a monocultivos forestales e incluso por la detección de “nuevos” bosques, gracias a la nueva metodología utilizada que permiten identificar masas forestales anteriormente no detectadas. Eso es especialmente preocupante por cuanto no se diferencia entre la pérdida de bosques primarios o maduros y pérdida de bosques secundarios o renovales. Ello puede tener consecuencias aún no comprendidas en la capacidad de los ecosistemas de proveer bienes y servicios ecosistémicos de los que depende nuestra sociedad, como la provisión de agua en el territorio. Cabe recordar que cada vez es más común la presencia de camiones aljibes distribuyendo agua potable en poblados de la Cordillera de la Costa, lo que se repite en varias regiones, incluso en Chiloé. ¿Cómo cambia la fertilidad del suelo? ¿la diversidad de fauna? No se puede dejar de lado la pérdida de bosques primarios por la compensación de bosques jóvenes y plantaciones, y así generar una especie de “empate” en un balance nacional de deforestación.
Por ejemplo, la Actualización del Catastro de Formaciones Vegetales de la Región de Los Lagos indica que en el período 1998-2013 se registró una pérdida de alrededor de 35.000 hectáreas, de las cuales cerca del 50% corresponden a bosques adultos primarios. Por otro lado, un reciente estudio sobre cambios en el uso del suelo en la Cordillera de la Costa de la Región de los Ríos demuestra una parcial compensación de la tasa de deforestación por la sucesión natural de matorrales que entre los años 1985 y 2011 se han convertido en bosques jóvenes. Sin embargo, este trabajo demuestra no sólo que la pérdida de bosques persiste, a pesar de la “compensación” por la sucesión natural de matorrales a bosques, sino que también existe un continuo incremento en la superficie tanto de bosques jóvenes como de plantaciones industriales a costa de los bosques primarios.
Algo tan serio como la pérdida de bosques nativos y las aún desconocidas consecuencias en nuestra propia calidad de vida se debe realizar con la mayor claridad y rigurosidad posible. Ellos nos permitiría construir en conjunto una visión consensuada de la problemática que viven nuestros bosques nativos. Más aún, ello podría servir de base para la elaboración de políticas públicas que beneficien a toda nuestra sociedad en el corto, mediano y largo plazo. Es urgente, además, separar la definición de bosques respecto a las plantaciones, dadas sus hoy opuestas características y esquemas de manejo silvícola. En este contexto esperamos que una nueva Institucionalidad Forestal entregue las herramientas necesarias para la conservación y manejo de nuestros recursos forestales, cuyo objetivo central sea la calidad de vida actual y futura de nuestra sociedad.
Carlos Zamorano Elgueta, Ingeniero Forestal. Socio Agrupación de Ingenieros Forestales por el Bosque Nativo. Investigador postdoctoral, Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia – (CR)2 Universidad Austral de Chile.
Javier Sanzana Chaura, Ingeniero Forestal, Secretario Agrupación de Ingenieros Forestales por el Bosque Nativo.