Opinión Socio AIFBN
Jaime López, Ingeniero Forestal
Publicado el 15 de mayo de 2020
El debate sobre contaminación del aire por uso ineficiente de leña húmeda y sus graves consecuencias en la salud de las personas es un habitual, al que ya, por muchos años, estamos acostumbrados y que comienza a encenderse al calor de estufas que inician sus operaciones al acercase la época de bajas temperaturas. A esa situación habitual, se suma este año la complejidad de una realidad sin precedentes y de efectos aún no posibles de dimensionar: la explosión epidémica provocada por el virus SARS–CoV-2.
Ante dicho escenario, y existiendo un diagnóstico bastante completo sobre el particular, apoyado en una cantidad de estudios no despreciable realizados por instituciones universitarias, ministerios, organizaciones de la sociedad civil y asociaciones gremiales de productores de biomasa, creo importante reflexionar sobre algunos aspectos:
- Es imperativo que el Ministerio de Energía, declare y reconozca mediante una Ley ad-hoc a los derivados de la Madera, entiéndase, Leña, Pellet, Briquetas y Astillas en su condición de Combustibles, regulándose su producción y uso mediante la puesta en práctica de un estándar de calidad reglamentado y con factibilidad de ser fiscalizado por un órgano con las potestades (competencias) necesarias y suficientes. Ese ente, que debería ser la Superintendencia de Electricidad y Combustibles (SEC), será el encargado de velar por el cumplimiento del estándar de calidad del combustible, habiéndose previamente establecido, para tal efecto, un protocolo de Certificación de carácter obligatoria para todo aquel que quiera desempeñarse comercialmente en el mercado de los biocombustibles sólidos.
- Es urgente que se redoblen esfuerzos a nivel de presupuesto público, que permitan fortalecer programas de recambio de calefactores residenciales y modernizar el parque de calderas antiguas que utilizan leña. El enfoque y la gestión debería muy ser diferente al que se ha tenido desde que se comenzó a implementar el programa de recambio de calefactores administrado por el Ministerio del Medio Ambiente. Dicha iniciativa, destacable por cierto, lamentablemente muestra a la fecha un paupérrimo desempeño si se evalúa en función del cumplimiento de metas. Como ejemplo, mencionar que en el contexto del recambio de calefactores asociados al PDA Temuco-Padre las Casas, a enero de 2020, el estado de avance muestra sólo 33,8% respecto de la meta de recambio proyectada al año 2020. Claramente el enfoque debería estar puesto en otro contexto, probablemente bajo una mirada de Eficiencia Energética y así gestionarse a través de otra institucionalidad y con mejores herramientas de gestión, por ejemplo, la Agencia de Sostenibilidad Energética, dependiente el Ministerio de Energía.
- Es imperativo que se asignen mayores presupuestos públicos al fomento y profesionalización del mercado. Por ejemplo, la inversión pública en Centros de Logística y Distribución de Biomasa a gran escala, podría ser una gran ayuda para aumentar la disponibilidad de leña seca y estandarizada que debería llegar a los centros urbanos donde se comercializa. Sabemos desde la institucionalidad vigente que está prohibida la venta y consumo de leña húmeda en zonas saturadas por MP10 y MP2.5. Sin embargo, lo que no sabemos es cómo lograr producir un volumen equivalente al consumo, que en ciudades como Temuco y Padre las Casas asciende a cerca de los 700.000 m3
- Aún así, si se consigue implementar centros de procesamiento de leña a gran escala, se observa con mucha dificultad que se logre alcanzar dichos volúmenes. Claramente nunca llegaremos a eso. De ahí la importancia de reducir el consumo de leña y movilizar el sistema para la implementación de otras formas de uso de biomasa. Como ejemplo, la Cogeneración con biomasa para abastecer sistemas de calefacción distrital e inyectar energía eléctrica al SIC.
- Es importante también comprender que por mucho que la leña sea parte de nuestras costumbres y esté arraigada en el «ser del sur», no podemos seguir avanzando sin intentar disminuir su utilización. Comprendo que existe una proporción relevante de familias que no posee otra alternativa para capear los meses de frío, pero también me doy cuenta cada año, cómo familias que sí poseen las condiciones para comprar leña de mejor calidad o que perfectamente podrían optar por cambiarse a formatos de biomasa menos contaminantes, siguen comprando leña de manera tradicional y fabricando humo de manera habitual. Ante esa realidad, no creo que sea descartable pensar en mecanismos que prohíban o restrinjan el uso de leña, bajo ciertas condiciones.
- Respecto de las prohibiciones, la verdad nunca he sido amigo de ellas; creo que no contribuyen a mejorar las condiciones del uso de productos, ni a implementar mejoras tecnológicas y procesos eficientes. No obstante, dadas las condiciones de profundo daño en la salud de la población, por tantos años expuestos a altas emisiones de material particulado, pienso que este año y de manera excepcional, dada la situación de Pandemia COVID-19, debería prohibirse el uso de leña, en segmentos de la población que cuenten con las condiciones económicas para implementar de manera inmediata un medio de calefacción alternativo.
- Otro aspecto importante, es convencernos que no sólo se necesitan techos (galpones) para obtener leña de calidad. Es mucho más que eso… aparte de galpones, necesitamos maquinaria (procesadoras, partidores hidráulicos, trozadoras), grúas horquillas, cargadores frontales, cintas transportadoras, secadores forzados, etc. En concreto, necesitamos desprendernos del imaginario romántico y bucólico del viejo haciendo leña con combo, cuña, hacha y motosierra. Si queremos aire limpio, no podemos seguir alimentando un sistema anticuado e ineficiente.
- También es necesario trabajar sobre las ordenanzas municipales vigentes. En mi opinión, no debería estar permitido el ingreso y tránsito de camiones cargados con leña larga y sin procesar al interior del radio urbano de comunas con PDA Vigente. TODA la leña que ingrese a dichos centros urbanos debe estar procesada previamente, es decir en largos no más allá de 30 cm y en diámetros no más allá de 20 cm. Lo más probable es que muchos opinen que así la leña dura poco, o que la prefiere de mayor grosor, en fin…, en ausencia de otro formato, debería ser cuestión de tiempo para acostumbrarse.
- De otra idea que debemos librarnos es que la leña se seca en seis meses. Hay evidencia más que conocida, tanto teórica como práctica, que dice que para que la leña esté seca, deben por lo menos pasar entre 18 y 24 meses, siempre que la leña esté procesada, es decir, trozada y partida. Es claro que puede haber excepciones, pero al menos en madera nativa son esos los tiempos.
La lista podría ser más extensa, pero creo que ya tenemos bastante sobre lo que seguir reflexionando…
Socio AIFBN Jaime López, Ingeniero Forestal