Opinión: Día de la ingeniería forestal: Colegas, tenemos la responsabilidad de mejorar la salud y fama del sector forestal

Por Pablo Parra Soto, presidente Agrupación de Ingenieros Forestales por el Bosque Nativo

Lo único peor que la mala salud es la mala fama”. Esta frase fue escrita por Gabriel García Márquez en su libro “Amor en tiempos de cólera” (1986) y encapsula de manera precisa la realidad que enfrenta el sector forestal. Durante muchos años, se ha luchado contra una “mala salud”, marcada por la falta de herramientas adecuadas y una institucionalidad debilitada. Sin embargo, parece que la “mala fama” es la que ha condicionado esa mala salud.

Para gran parte de la sociedad chilena, el sector forestal es sinónimo de destrucción o extractivismo. Se asocia a la sustitución de bosque nativo por monocultivos exóticos (aunque eso ya no ocurre); a grandes extensiones de talas rasas; sequías e incendios forestales; contaminación de aguas por procesos industriales; concentración de la propiedad y trabajo; empleos mal remunerados; conflictos socio ambientales con comunidades campesinas e indígenas; entre otras problemáticas. Sin embargo, esta imagen no refleja la totalidad del sector. Si bien la industria de monocultivos exóticos abarca alrededor de 3 millones de hectáreas, es importante destacar que existen 25 millones de hectáreas de formaciones vegetacionales que incluyen bosque nativo, bosques mixtos, formaciones xerofíticas y matorrales.

Tanto en el sector privado como público, a través de la gestión forestal se están desarrollando importantes acciones que buscan mejorar las condiciones del territorio, especialmente en formaciones vegetacionales nativas. A pesar de aquello, siempre afloran las críticas al sector por los impactos negativos que la gran industria ha heredado en  los territorios. Incluso cuando se realizan acciones positivas como reforestaciones, prevención de incendios o recuperación de suelos, el sector es objeto de críticas, muchas veces injustas y poco constructivas. Así es como el sector forestal ha sido afectado por la cultura de la cancelación, un fenómeno social que se traduce en retirar apoyo a personas u organizaciones que realizan comentarios o cometen acciones que se consideran moralmente inadmisibles.

En la discusión de la Ley N°21.600 que creó el nuevo Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas (SBAP), se realizaron los siguientes comentarios  en el Senado: “Los planes de manejo que se practican fuera del área silvestre protegida no son de conservación”; “En general, lo que ha hecho la CONAF respecto de lo que no está dentro del área silvestre protegida son solo planes de manejo con un enfoque económico, en que una persona lo pueda mantener durante mucho tiempo, pero sin ninguna lógica ambiental”; “Hay especies de árboles que no requieren de manejo”; “¿Qué rol, misión, conocimiento, técnica o expertise va a tener la futura CONAF en esa misma materia (biodiversidad)? ¡Ninguno!”; y “los bosques han sobrevivido millones de años sin planes de manejo y sin intervención humana[1][2]. A través de esta Ley se traspasaron las áreas protegidas que administraba CONAF (junto con el personal) al Ministerio de Medio Ambiente. A pesar de que CONAF es una institución experta en el tema, nunca contó con el apoyo político para fortalecer el Sistema Nacional de Áreas Silvestres Protegidas (1984), el que prácticamente se autofinanciaba. En el debate político no solo se tergiversó el concepto de manejo forestal, sino que también se desvalido a la ingeniería forestal como profesión especialista en conservación de la naturaleza.

La cancelación al sector forestal está instalada desde hace años, y lamentablemente ha permeado en autoridades de todos los gobiernos, asesores(as) y parlamentarios(as). Actualmente, nos encontramos en un contexto de crisis climática, y es precisamente el sector forestal el que mayor experiencia ha acumulado en restauración, recuperación, conservación, preservación y aprovechamiento sustentable de ecosistemas nativos. En el área medioambiental es el sector que más puede aportar frente a la crisis climática, pero este potencial ha sido subestimado por la falta de apoyo político y la postergación de políticas públicas efectivas. Un ejemplo claro de esto es el nulo avance en la Política Forestal 2015-2035. Sin el sector forestal no se puede alcanzar la carbono neutralidad, compromisos internacionales en materia de cambio climático y menos avanzar hacia la transición socioecológica justa. ¿Será posible cambiar la percepción instalada sobre el sector forestal y sacarlo de la cancelación y postergación?

El día del (la) ingeniero(a) forestal es un motivo de celebración para quienes decidimos vivir esta profesión, pero también para reflexionar. ¿Qué nos ha faltado hacer? ¿Cómo queremos y debemos avanzar para lograr cambios estructurales en el sector? ¿Qué mensaje transmitiremos a la sociedad y futuras generaciones de colegas que deberán dar soluciones frente a la crisis climática?

Es importante abrir espacios de diálogo y definir una estrategia que permita revertir la situación actual, generar un nuevo vínculo entre el sector forestal y la sociedad chilena, tener la disposición de cambiar paradigmas profundamente arraigados. Tenemos que aprender a comunicar lo que hacemos, darnos a entender mediante nuevas formas de intervención en los territorios (que sean modernas, transdisciplinarias, coherentes y empáticas con el desarrollo rural), que respondan a las necesidades de sus habitantes, sin descuidar la economía local, los valores culturales y la conservación de la biodiversidad. Ese es el camino para mejorar la salud y fama del sector forestal.


[1] Biblioteca Nacional del Congreso, 2019. Diario de sesiones. Sesión 37°. Disponible en: https://www.bcn.cl/laborparlamentaria/documento?id=687747

[2]  La Tercera, 2019. Carta al director. Florencia Blume, Manejo forestal sostenible. Disponible en: https://www.latercera.com/opinion/noticia/manejo-forestal-sostenible/771435/