Escrito por Karen Peña-Rojas, Rodrigo Gangas, Ariel Petit-Breuilh, Claudia Espinoza, Miguel Castillo, Sergio Donoso
El cambio climático es actualmente uno de los grandes desafíos que enfrenta la sociedad. La Convención Marco de la Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (1992), lo define como “un cambio de clima atribuido directa e indirectamente a la actividad humana que altera la composición de la atmósfera y que se suma a la variabilidad natural del clima observada durante períodos de tiempos comparables”. Particularmente, Chile se ha comprometido ante la comunidad internacional a hacer frente a este desafío[1].
Sin embargo, el escenario a enfrentar no es sencillo. La zona de Chile central se ubica en una franja latitudinal donde la mayor parte de los modelos de circulación atmosférica predicen una disminución de la precipitación durante las próximas décadas (Gracia, 2002; Peñuelas et al., 2004). En estas regiones de alta densidad humana, la flora y fauna son vulnerables a la destrucción de los hábitats naturales (Arroyo et al., 2006). A medida que avanza el tiempo, la baja disponibilidad hídrica y alta radiación del período de verano se convierte en el ambiente más favorable para un fenómeno que amenaza los ecosistemas mediterráneos: los incendios forestales.
[1] Convención Marco de la Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en 1994 y al Protocolo de Kioto en 2002.
Fotografía de Manuel Soler.
En Chile, el origen de los incendios en la mayoría de los casos se debe a acciones directas de personas que, por negligencias o descuidos, generan focos de incendios en presencia de vegetación combustible. Los efectos no sólo implican un problema ambiental sino también social, ya que puede afectar comunidades y asentamientos humanos. Como muestra está lo ocurrido entre el 01 de enero y 10 de febrero de 2017, donde el 93% de las 518.174 ha afectadas por los incendios forestales correspondió a formaciones vegetales (CONAF, 2017). Tanto o más grave es que este suceso provocó la pérdida de casas, bienes, trabajo y, lo peor, vidas humanas.
Ante el difícil escenario que se espera por el cambio climático, con sucesivas olas de calor en el verano, combinado con baja humedad en el ambiente, y teniendo presente una geografía que hace difícil combatir el fuego, resulta ineludible e indispensable proponer estrategias para fortalecer la prevención. Estas pueden basarse en acciones silvícolas (intervención de la vegetación) que sean parte de la gestión de todo propietario y del continuo manejo de las formaciones forestales, dentro de un marco regulatorio, orientado al cuidado de la comunidad y de los recursos naturales. En este contexto toma fuerza el concepto de Silvicultura para la prevención de incendios forestales.
Se entiende como Silvicultura Preventiva al manejo de la vegetación, con el propósito de modificar la estructura del combustible disponible y así satisfacer los objetivos de protección contra incendios forestales, asociando esta protección al mejoramiento de la producción y la calidad del medioambiente (Haltenhoff, 2006). Es decir, la modificación, ordenamiento o eliminación de la vegetación viva o muerta, y de los residuos y desechos vegetales, tiene el objetivo de evitar que se produzca un incendio forestal en borde de camino o, si se inicia, retardar su propagación y mitigar los daños.
Para evaluar los alcances de la Silvicultura Preventiva, se ejecutó un estudio de caso en la Reserva Nacional Lago Peñuelas de la Región de Valparaíso, y un predio particular en el sector de Los Morros en la Región del Maule[2]. En ambas zonas, a través de análisis multicriterio, se identificaron los sectores que presentaron las mejores condiciones para el desarrollo de los pilotos (zonas más propensas a incendios y quema de bosque nativo). El análisis realizado facilitó la determinación de las zonas y anchos de intervención en las distintas “unidades vegetacionales” que necesitaban una reducción de su carga de combustibles (reducción de vegetación viva o muerta con potencial combustible). A través de la ejecución de las actividades silvícolas preventivas (intervenciones fuertes, moderadas y suaves), desde orilla de camino hacia el interior de las unidades vegetacionales, se redujo la posibilidad de “salto de llama de fuego”.
Las reducciones de “salto de llama” entre las unidades vegetacionales en la Región de Valparaíso, correspondieron a 61,2% para formaciones de bosque esclerófilo[3] muy abierto, 58,9% para formaciones de bosque esclerófilo abierto, 82,8% para formaciones de bosque esclerófilo semicerrado, 37,2% para formaciones con aromo (Acacia dealbata), y 70,5% para plantaciones de eucalipto (Eucalyptus globulus). En el caso de la región del Maule, se determinaron valores de 82,8% para formaciones semicerradas de bosque esclerófilo, 74,4% para formaciones de bosque esclerófilo cerrado, y 65,5% para plantaciones de pino insigne (Pinus radiata). Finalmente, cada una de estas intervenciones protege una superficie de bosque nativo equivalente a 275,3 hectáreas y 254,9 hectáreas para Valparaíso y Maule respectivamente. Esto se traduce en evitar la emisión de 2.759 y 2.555 toneladas de CO2 para Valparaíso y Maule respectivamente[4].
Las formaciones nativas donde se hicieron estos trabajos están presentes en buena parte de la región mediterránea, siendo esta experiencia replicable en otros sectores. Además, considerando que el 42% de la ocurrencia de estos siniestros se inician a orillas de caminos o carreteras, la silvicultura preventiva se presenta como una herramienta que debe ser incorporada crecientemente en la gestión de nuestros bosques y plantaciones. La aplicación de los pilotos demostrativos con estas técnicas a escala operativa, no sólo disminuyó la vulnerabilidad ante posibles incendios forestales, sino que también contribuye con alternativas concretas al cumplimiento de los compromisos adquiridos por Chile ante la Asamblea de Naciones Unidas, en materia de cambio climático.
Algunas lecciones importantes de resaltar tienen relación con la elaboración y aprobación de la propuesta. Considerando que las fajas de intervención son angostas (6 a 8 metros) y largas (1.500 metros aproximadamente), se generan ciertas dificultades acerca de cómo debe ser el método de monitoreo.
Es necesario generar un plan de manejo adecuado para este tipo de intervenciones, dado que el objetivo es mitigar los efectos que pueden tener los incendios forestales sobre la vegetación. Por ejemplo, este tipo de acciones no pueden tener reforestaciones, como estipula actualmente la ley al cortar bosque nativo, dado que atenta con el objetivo principal de las fajas, el cual es una reducción del material combustible. Ejecutar acciones de replantación, ya sea con especies nativas o exóticas, otorgan la misma e incluso una mayor continuidad al combustible leñoso presente en la zona de intervención, aumentando el nivel de peligro de incendios. Por lo tanto, adecuar sistemas preventivos de incendios a los planes de manejo ya existentes genera cierta incertidumbre tanto para quien complete el formulario como para el encargado de evaluar dichas propuestas. Es necesario establecer planes de manejos únicos para estos casos[5], donde quede completamente expresado cómo completar los formularios, cómo se evalúan, y las labores a ejecutar posterior al manejo de vegetación.
Con respecto a los desechos orgánicos que se generan por la intervención del bosque, este tipo de actividades producen gran cantidad de material leñoso utilizable y alta cantidad de residuos forestales. Es necesario establecer que todo aquel producto utilizable debe quedar a orilla de camino; mientras que los desechos deben ser movilizados al interior de las unidades vegetacionales, ordenados de forma homogénea dentro de las zonas o acumulados en distintos puntos. Es crucial que se cumpla la eliminación de desechos de las zonas de intervención.
La opción de la silvicultura preventiva es real. Frente al escenario de cambio climático e irregularidad de las precipitaciones, es de esperar que se logre establecer entre las políticas públicas del país. La ejecución de actividades orientadas a la disminución de la vegetación viva o muerta, y de los residuos y desechos vegetales en unidades que colinden con caminos de acceso a las zonas de protección, son consideradas actividades potenciales de realizar para la disminución de la ocurrencia y dispersión de incendios forestales. A través de intervenciones en pequeñas superficies se facilita la protección de grandes superficies de vegetación nativa, mitigando la emisión de los gases de efecto invernadero que contribuyen al cambio climático.
Referencias
Arroyo M, Marquet P, Marticorena C, Simonetti J, Cavieres L, Squeo F, Rozzi R, Massardo F. 2006. El Hotspot chileno, prioridad mundial para la conservación. En: Saball P, Arroyo M, Castilla JC, Estades C, De Guevara JM, Larraín S, Moreno C, Rivas F, Rovira J, Sánchez A, Sierralta L. (Eds). Biodiversidad de Chile. Patrimonio y Desafíos. Comisión Nacional del Medio Ambiente. Santiago, Chile. pp. 90-93.
Corporación Nacional Forestal (CONAF). 2017. Análisis de la Afectación y Severidad de los Incendios Forestales ocurridos en enero y febrero de 2017 sobre los usos de suelo y los ecosistemas naturales presentes entre las regiones de Coquimbo y Los Ríos de Chile. Informe Técnico. 56 p. Santiago, Chile.
Gracia CA, Sabaté S, Sánchez A. 2002. El cambio climático y la reducción de la reserva de agua en el bosque mediterráneo. Ecosistemas 11(2).
Haltenhoff H. 2006. Silvicultura para la prevención de incendios forestales en plantaciones forestales. Corporación Nacional Forestal (CONAF). Manual de trabajo 452. 38 p.
Naciones Unidas. 1992. Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. 26 p. Disponible en http://unfccc.int/resource/docs/convkp/convsp.pdf Consulta: 31 de Octubre, 2017
Peñuelas J, Sabaté S, Filella I, Gracia C. 2004. Efectos del cambio climático sobre los ecosistemas terrestres: observación, experimentación y simulación. En Valladares F. (Eds.). Ecología del bosque mediterráneo en un mundo cambiante. Ministerio de Medio Ambiente, EGRAF, S. A., Madrid. pp. 425-460.
Agradecimientos
A la Agencia Suiza para el Desarrollo y Cooperación (COSUDE), la Estrategia Nacional de Cambio Climático y Recursos Vegetacionales (ENCCRV), CONAF Valparaíso, DEFOR Valparaíso, Reserva Nacional Lago Peñuelas, CONAF Maule, DEFOR Maule, Gerencia de Protección contra Incendios Forestales (GEPRIF) y a la Unidad de Cambio Climático y Servicios Ambientales (UCCSA).
Referencias
[1] Convención Marco de la Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en 1994 y al Protocolo de Kioto en 2002.
[2] En el marco de las actividades de implementación de la Estrategia Nacional de Cambio Climático y Recursos Vegetacionales (ENCCRV), con fondos del gobierno Suizo.
[3] Bosque esclerófilo: Bosques de la zona central de Chile, donde crecen especies como el espino, quillay, litre, peumo, boldo y maitén, entre otras.
[4] Equivalente al uso de miles de vehículos durante un año.
[5] Por ejemplo: Plan de Manejo para silvicultura preventiva de incendios.